Décima jornada del Juicio Guerrieri - Amelong

El juicio Oral contra los represores de la dictadura que se está desarrollando en Rosario prosiguió este martes con las declaraciones de los testigos. Una de las declaraciones fue aportada por la ex detenida Emma Stella Maris Buna, quien realizó un pormenorizado y doloroso relató de su secuestro, torturas y cautiverio, señaló los apodos de tres de sus captores, “Sebastián”, “Daniel” y “Armando”; recordó a varios de sus compañeros de detención y aseguró “haber escuchado a Guillermo White”, su pareja, quien había sido detenido el 10 de febrero de 1977 junto a un primo político, Emilio Feresín, en la ciudad de Santa Fe. Los dos continúan desaparecidos.

El testimonio de Buna ante el Tribunal Oral Federal N 1 de Rosario comenzó con la noche de su detención, fecha que ubicó entre el 18 y 19 de febrero de 1977 y que asoció a “un Habeas Corpus presentado por María Rosa Saint Girons de White, para denunciar la desaparición de Guillermo, su hijo”. Buna recordó que cuando sus captores la subieron al coche en el que la trasladaron les escuchó decir: “Ahora que presenten un Habeas Corpus por esta”.
La testigo, que en la actualidad vive en Toulouse, Francia, y que viajó especialmente para relatar sus cuarenta días de cautiverio, detalló cómo fue su recepción en el centro de detención, los tipos de apremios recibidos en el lugar y dio referencias de las características del sitio en el que estuvo recluida “con la dificultad que implica el haber estado con los ojos vendados permanentemente, salvo cuando estaba en el baño”.
Buna indicó que el baño del lugar “tenía dos puertas”, una ventanita que “permitía ver pasto y un parque” y que el piso era de “estilo antiguo”. También describió que ella estuvo todo el tiempo en una habitación que se comunicaba con “un ambiente tipo cocina comedor por el que pasaba para ir al baño”, y que la habitación “donde se realizaban las torturas era seguramente grande porque se podía escuchar muchas voces, es decir la presencia de mucha gente”. Además refirió la existencia de un ambiente cercano al baño “en el que se escuchaba que estaban detenidos los hombres” y en el que logró reconocer la voz de su pareja Guillermo White, y otro más pequeño al que fue llevada cuando la notificaron de que la iban a dejar en libertad.
Stella –como la llaman sus familiares y amigos, que coparon la sala de audiencias para acompañarla–, contó que a los pocos días de haber sido llevada al centró ilegal de detención, llegaron dos mujeres –de las que pudo saber que habían sido traídas junto a sus maridos–, con las cuales compartió la habitación. No pudo recordar sus nombres.
La testigo señaló que en el centro de detención, además de esas dos secuestradas y los que estaban en la habitación de los hombres, había una detenida de nombre María, que era la encargada de hacer la comida, y que había otros dos detenidos: “Juan y Tito”. Buna manifestó que con Juan pudo hablar un par de veces y que éste le confesó que Guillermo White estaba en ese mismo lugar.
La testigo indicó también los apodos de tres de los represores que actuaban en el lugar: “Sebastián, Daniel y Armando”.

Tres jarritos

Stella Buna relató que una de las cuestiones que recuerda de su detención es que María, la cocinera, preguntaba a los represores todos los días cuantas raciones de comida tenía que preparar. Y recordó que la comida se les acercaba “en unos jarritos” que ella, junto a las detenidas con las que compartía habitación, sumaban para saber cuántos eran en total los detenidos en el lugar. “Cuando había trece jarritos, sabíamos que éramos nosotras tres y nueve hombres” explicó Stella. Del mismo modo se enteraban cómo iba aumentando el número de detenidos. Buna refirió con la voz entrecortada, que luego de una jornada de “mucho revuelo” en el centro de detención, al otro día sólo contaron “tres jarritos”.
La testigo señaló al tribunal que como en el lugar de detención “se escuchaba el ruido de aviones” y por el sitio en el que la depositaron cuando la dejaron en libertad – un camino por el que luego de andar un rato llegó a la ruta en Funes–, siempre pensó que el centro clandestino en el que estuvo cautiva “se habría encontrado en Funes”. Pero también reconoció no tener la seguridad de en qué lugar estuvo y solicitó al TOF1 “poder hacer una inspección ocular” entre los posibles lugares donde pudo haber estado, teniendo en cuenta los centros identificados por otros testigos de la causa. “Necesito saber donde estuve” pidió Buna.
De la misma manera se refirió a su compañero desaparecido, cuando reclamó a los jueces el deseo de tener alguna información sobre “¿qué pasó con Guillermo, a donde está, que se hicieron con él?”.
Finalmente la testigo expresó que “luego de treinta y dos años, el esfuerzo de memoria que hay que realizar es muy grande, pero que espera que valga la pena y que sirva, para que haya castigo a los culpables, por las Madres de plaza de Mayo, y para honrar la lucha de los desaparecidos”.

Demasiada presión

Después del testimonio de Stella Buna –que se prolongó desde las diez hasta las 14.30– y luego del receso, a las 16 comenzó a testimoniar el periodista Carlos Del Frade.
Del Frade se refirió a varios de sus trabajos de investigación y a entrevistas con algunos represores como el imputado de esta causa Eduardo Tucu Costanzo .
En medio de la declaración del periodista, el defensor del represor Juan Amelong, Héctor Silvio Galarza –quien desde el primer día del juicio recibe permanentemente apuntes en voz baja de parte de su defendido –, se descompuso y hubo que suspender la audiencia. Concluida la jornada se conoció que Galarza había tenido un ataque de presión.
Las audiencias, según informaron desde el TOF1, se retomarán el próximo lunes 5 de octubre. A última hora del martes, el tribunal notificó que accedería al reconocimiento ocular por parte de la testigo Stella Buna, y que se realizaría este miércoles.


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